No sé cuándo empecé a escuchar música francesa, tal vez tuvo que ver con que mi hermana empezara a estudiar francés y trajera a casa un cd de canciones en ese idioma que escuchaba cada vez que hacía sus tareas. Lo cierto es que cada vez que lo escuchaba no podía evitar una ligera sonrisita ante el peculiar acento que tiene ese idioma. Así puede darme cuenta que algunas canciones que había escuchado de niña, tenían una versión francesa original que me hubiera gustado cantar si no fuera por mi total desconocimiento del idioma galo.
Sin embargo era una sola voz la que concentraba mi atención, parecía que cantaba y hacía gárgaras al mismo tiempo (Debo confesar que hoy en día me siento un tanto avergonzada de semejante atrevimiento con una de las cantantes francesas más célebres). Después descubriría de quién era aquella espectacular voz…Se trataba de Edith Piaf. Hasta ese momento sólo la conocía de nombre por haber leído algunos artículos sobre ella.
Pero no fue hasta que vi su biopic que me di cuenta de cuán afortunada y desgraciada al mismo tiempo puede ser una vida. Los lujos y el dinero que rodeaban a Édith Giovanna Gassion (su verdadero nombre) no pudieron comprar felicidad. Pasó una infancia triste marcada por el alcohol (su abuela le daba vino en el biberón y su padre fue alcohólico); una juventud nada afortunada (a los 17 tuvo una niña que murió de meningitis) y por si fuera poco su descubridor y benefactor fue asesinado cuando apenas iniciaba su camino musical. A pesar de todo y gracias a otro empresario musical pudo llegar a ser una estrella.
Temas como “La vida en rosa”, “Padam” y “La Foule” formaron parte de su excelente repertorio.
Por cierto esta última a algunos les va a sonar conocida…sí es la que están pensando.
La “niña gorrión” tuvo que lidiar a lo largo de su carrera con innumerables noches de bohemia donde su frágil cuerpo se iba deteriorando poco a poco. Además su trágica historia de amor con el boxeador Marcel Cerdan quien murió en un accidente de avión le dio un nuevo mal: la adicción a la morfina y más y más alcohol.
Sus últimas presentaciones públicas las realizó arriesgando su salud, porque el canto era su vida, en el escenario sentía la felicidad completa que no tuvo en el día a día; no hubiera seguido siendo ella misma si no cantaba.
Si hay algo que nunca olvidaré de la película es la memorable presentación en el Olympia de una muy enferma Edith Piaf que con las justas podía caminar y sin embargo interpreta uno de sus temas más emblemáticos: “Non, je ne regrette rien”, después de ver su vida creo que esa es la canción que más la identifica….Simplemente conmovedora.
Sólo sé que después de ver su biopic empecé a escuchar su música con más frecuencia, así que si tienen la oportunidad de ver “La vida en rosa” (La Môme), no se arrepentirán.
Una gran vida para una gran mujer...la eterna "niña gorrión"...La Môme Piaf.
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